Este verano caliente, preludio de un otoño no
menos entretenido, nos deja muchas novedades que comentar. Quizá de todas ellas
la más trascendente, a priori, sea la reforma de la Constitución.
Una de las cuestiones que más ha dado que
hablar es la de la no celebración de un referéndum sobre el contenido de la
misma.
Al respecto creo que nada se puede objetar, ya
que la reforma está cumpliendo las exigencias que la propia Norma establece en
sus artículos 166 a 169.
En los mismos se establece una doble categoría
dentro de las posibles reformas constitucionales. Por un lado el de las
modificaciones que supongan la revisión total de la Constitución o una parcial
que afecte a la regulación del tipo de Estado, a los derechos fundamentales y
libertades públicas o a la Corona, que requieren de la aprobación por mayoría
de dos tercios de cada Cámara de la propuesta de reforma, procediendo la
disolución inmediata de las mismas. Debiendo los nuevos parlamentarios
ratificar la decisión y proceder al estudio del nuevo texto constitucional, que
debería ser aprobado por mayoría de dos tercios de ambas Cámaras y sometido a
referéndum.
Y las demás modificaciones que únicamente
requieren de una mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras. Estas
únicamente serán sometidas a referéndum cuando así lo soliciten 35 diputados o
27 senadores. Cosa esta ultima que no ha ocurrido.
A todos estos que se han manifestado exigiendo
un referéndum nunca les he oído nunca manifestarse pidiendo un cambio de los
artículos que regulan la reforma constitucional.
Otra cosa es la crítica al contenido de la
reforma que se pueda hacer. Y ahí efectivamente creo que es un brindis al sol
impuesto para calmar, no ya a los mercados los cuales se ha constatado por las
importantes bajadas de la bolsa de estos últimos días que no se calman porque
España vaya a reformar la Constitución, si no al Banco Central Europeo. Para que siga comprando nuestra deuda.
Que se limite la capacidad de las
Administraciones públicas para emitir deuda dentro de los límites que marca la
UE no está mal. Pero el texto aprobado se remite a una Ley posterior, que
tendrá que aprobar el nuevo gobierno, para determinar cómo calcula el déficit
estructural, lo que supone asumir que siempre habrá desnivel entre gastos e
ingresos, que no se podrá sobrepasar.
Parece mentira que con la que ha caído durante
los años de esta última legislatura nuestros políticos no han sido capaces de
ponerse de acuerdo en los grandes problemas y así dar confianza a los mercados
e instituciones económicas internacionales y al final, de prisa y corriendo,
con la pistola del BCE en la sien, hemos tenido que acabar modificando la
Constitución.
(Artículo publicado en el Periódico Mediterráneo, Sección Empresa, del domingo 11 de septiembre de 2011)
No hay comentarios:
Publicar un comentario